Historia
Por su clima privilegiado, de suaves temperaturas durante todo el año, y su situación al pie de un fértil Valle Tropical arropado por las sierras granadinas y asomado al Mediterráneo, Almuñécar ha sido un enclave codiciado por numerosos pueblos desde los albores de la historia.
Llamada Ex por sus primeros colonizadores, los fenicios, durante el periodo romano se convertiría en floreciente ciudad de Firmum Iulium Sexi, que exportaba salazones de pescado y el preciado “garum” a todo el Imperio.
De su pasado fenicio-púnico dan fe la Necrópolis Laurita y la del Puente de Noy, mientras que de la Sexi romana se conservan monumentos como el imponente Acueducto, los Columbarios de La Torre del Monje y La Albina, la Factoría de Salazones o la Cueva de Siete Palacios, sede del Museo Arqueológico.
Pero sin duda fueron los árabes quienes dejarían en la localidad una impronta imposible de borrar. Entre las estrechas e intrincadas calles del casco histórico, con sus casas encaladas, aún puede respirarse la esencia de la Almuñécar andalusí, cuyos pobladores fueron testigos del desembarco de Abd al-Rahman I, fundador del Emirato Omeya, en el año 755.
Las torres vigía que jalonan el litoral sexitano y el Castillo de San Miguel que se yergue coronando la población son herencia de los alrededor de ochocientos años de presencia musulmana en la zona. Los cristianos edificarían la Iglesia de La Encarnación, el Pilar de la Calle Real, el Palacete de La Najarra, edificio neo-islámico que alberga la Oficina Municipal de Turismo, o las esculturas que embellecen la población, como el Monumento a Abderramán I, el dedicado a los Fenicios o el Arco en honor a Blas Infante.
A comienzos del S.VII comenzó la expansión por el norte de África de la nueva religión fundada por Mahoma. La Península Ibérica, llamada al-Andalus por los musulmanes, constituiría el límite occidental de los vastos territorios controlados por el Islam tras la conquista de Hispania visigoda en el S.VIII.
Con la llegada de los árabes se inauguró un nuevo periodo de esplendor para Almuñécar, que permanecería ocho centurias bajo la dominación islámica.
Almuñécar pasó a formar parte de la cora (distrito) de Elvira. En sus costas desembarcó, procedente de Damasco, el príncipe Omeya Abd al-Rahman I el 15 de Agosto del año 755, antes de instaurar el Emirato independiente de Córdoba.
Tras el periodo del Califato (S.X), en el S.XI al-Andalus se dividió en reinos taifa. Fue entonces, bajo la taifa de Granada gobernada por la dinastía Zirí, cuando Almuñécar se convirtió en una próspera medina (ciudad), al amparo de su castillo. La ciudad, que poseía puerto, mezquita mayor, mercados y arrabales, producía caña de azúcar, pasas, seda y todo tipo de frutos, además de una buena pesca.
La dominación de almorávides y almohades, dinastías del norte de África que reunificaron el territorio de al-Andalus, dio paso al reino Nazarí de Granada, el último reducto del Islam en la Península.
Almuñécar, la principal ciudad costera del reino granadino, fue elegida por la dinastía nazarí como lugar de descanso. Por sus mazmorras pasaron personajes importantes, como sultanes y otros cargos de la corte nazarí.
La Guerra de Granada entre los partidarios de Boabdil y los Reyes Católicos concluiría con el triunfo de las tropas cristianas sobre los caballeros de la media luna.
En 1489 caía en manos castellanas la ciudad de Baza; ese mismo año se firmaron en Almuñécar las capitulaciones por las que se rendía la Costa Granadina, poniendo fin a ocho centurias de poderío musulmán.